La palabra quinina se deriva de quina-quina (en lengua indígena) que significa corteza de cortezas.
La quinina o chinchona es un alcaloide natural, blanco y cristalino con propiedades antipiréticas, antipalúdicas y analgésicas, producido por unas especies del género Cinchona. Tiene un sabor muy amargo.
La corteza del quino, que contiene quinina, era conocida por sus propiedades curativas por los nativos americanos, pero no se incorporó a la cultura europea hasta que no fueron descubiertas sus propiedades antimaláricas.
La fecha exacta de este descubrimiento es polémica: la malaria no existía en Sudamérica, así que los nativos no podían conocer sus propiedades antimaláricas.
En 1638, las propiedades de la corteza de la quina fueron descubiertas por la Condesa de Chinchón (esposa del Virrey Luis Fernández de Cabrera) en Perú; cuando observó que los curanderos nativos la empleaban para tratar las fiebres.
El uso a gran escala de la quinina como profiláctico tuvo su origen en 1850, aunque su uso se remonta en Europa, sin aislar ni purificar, al siglo XVII.
La quinina era el principal compuesto empleado en el tratamiento de la malaria hasta que fue sustituido por otros medicamentos sintéticos más eficaces como la quinacrina, cloroquina y primaquina.
En dosis altas, la quinina puede ser letal provocando un edema pulmonar agudo y fulminante.
Actualmente, se sigue usando como sulfato de quinina para combatir la malaria y en contra de los calambres musculares.
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