Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen. Salmo 103:13
Un joven buscaba adquirir la paz con Dios. Un amigo suyo se dio cuenta que él quería obtener la vida eterna mediante sus propios esfuerzos; porque a pesar de que le hablaba de la Palabra de Dios, no veía cambio alguno en el joven.
Por lo tanto, el amigo le preguntó: - Aprendió usted a flotar en el agua?
- Sí - respondió el joven, sin comprender qué tenía que ver la natación con sus inquietudes morales.
- Le fue fácil aprender? - prosiguió el amigo creyente.
- Al principio no - fue la respuesta.
- Y por qué? - volvió a preguntar el amigo.
- Porque no podía mantenerme inmóvil, me parecía que le agua no podía sostenerme sin que yo interviniese.
- Y después?
- ¡Pues bien! Después de haber forcejeado sin otro resultado que hundirme, descubrí que al permanecer quieto, contando con la resistencia del agua todo iba bien; desde entonces todo fue fácil y aprendí a nadar en un abrir y cerrar de ojos.
- Dígame - Le dijo el amigo - No es la Palabra de Dios más segura aun que el agua? Ella no le pide que usted se fíe en sus sentimientos, sino que crea en ella, que se apoye en Dios y que acepte como un don esa salvación que usted busca en vano, cuando en realidad está a su alcance.
Desde el principio hasta el fin de la Biblia, usted hallará esa verdad capital.
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