Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado...y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 1 Juan 3:9
El versículo anterior nos ha preocupado a muchos de nosotros. Al darnos cuenta de que el pecado que habita en nosotros seguía dándonos que hacer, no podíamos comprender esa afirmación del apóstol Juan.
Y sin embargo, todo se vuelve claro tan pronto como entendemos que el apóstol ve al ser humano completamente en su vieja naturaleza o completamente en la nueva.
Quien no ha nacido de nuevo tiene tan solo la vieja naturaleza. Está todavía "en tinieblas", es "hijo del diablo", "mentiroso" y "no es de Dios". Este severo juicio de la Escritura no le agrada al hombre. Pero, cada cual debe considerar el asunto con seriedad; porque el fin del ser humano sin Dios, es la eterna condenación.
Los que han llegado a ser hijos de Dios por su gracia y misericordia, son llamados: "nacidos de Dios", "amados", "tienen la vida eterna", "están en el verdadero".
Los que han nacido de Dios tienen, como tales, una naturaleza completamente nueva, o sea, la vida de Dios. El versículo 1 Juan 3:9 habla solo de esta nueva naturaleza. Verdaderamente, no puede pecar.
Por desdicha, tenemos también en nosotros la vieja naturaleza hasta que el Señor Jesús venga a buscarnos. Por eso nos dice el versículo 8 del capítulo 1: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos".
Debemos buscar pues, "permanecer en el Señor", día tras día para que por el poder de la nueva naturaleza, glorifiquemos a Dios con agradecimiento, amor, obediencia y fidelidad.
Pero si alguien se desvía y hace algo indigno de la nueva naturaleza, "abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo". ¡Qué hermoso consuelo para el alma que se humilló!
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