Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Salmo 16:1
El obedecer es mejor que los sacrificios. 1 Samuel 15:22
La Escritura nos enseña que dos grandes elementos de la perfección humana son la dependencia y la obediencia en relación con Dios. A medida que uno se va apartando de esto, se va apartando del verdadero espíritu y de la verdadera actitud que conviene al hombre.
Cuando miramos a Jesús que fue el hombre perfecto, vemos esos dos rasgos distintivos plenamente establecidos. Nunca se alejó un solo instante de la posición de perfecta dependencia y de absoluta obediencia.
Tómese por ejemplo, la escena de la tentación: la respuesta que Jesús da invariablemente al tentador es: "Escrito está". Ningún razonamiento, ningún argumento, ninguna pregunta. Él vivía de la Palabra de Dios. Venció a Satanás al retener firmemente la única verdadera posición de un hombre, en la dependencia y la obediencia. Podía depender de Dios y quería obedecerle.
Tal es nuestro modelo. Teniendo la vida de Cristo, somos llamados a vivir en una dependencia y una obediencia habituales. Esto es andar en el Espíritu. Es el sendero en el cual el creyente está seguro y feliz.
La independencia y la desobediencia van juntas. Son absolutamente anticristianas y se hallan en el primer hombre. Adán quiso ser independiente y desobedeció. En esto está el secreto de la caída de la humanidad.
Que Dios nos dé la gracia de pesar bien estas cosas con un espíritu humilde y obediente. Él nos dice: "Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra" (Isaías 66:2).
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