De todos los astros celestes, la estrella polar es la más útil a los navegantes. El texto del evangelio de Juan que recordamos hoy es como la estrella polar, pues quizás ha conducido más almas a la salvación que ningún otro pasaje de la Escritura.
Es, entre las declaraciones divinas, lo que es entre las constelaciones la Osa Menor, a la cual pertenece la estrella polar.
Las palabras que componen ese versículo brillan con un particular resplandor. Vemos primeramente la expresión del amor de Dios, del cual los términos "de tal manera" viene a dar la infinita medida.
Luego tenemos el don de Dios en su grandeza y gratuidad. Este don es el Hijo de Dios, don único y sin precio, el cual nunca se había manifestado tan completamente como cuando ese Hijo amado fue enviado del cielo para vivir y morir por los seres humanos. Estos son los tres puntos más luminosos.
Luego viene la única condición pedida para obtener la salvación, la única accesible a todo ser humano culpable: CREER. Condición ampliamente ofrecida a todos, sin excepción, subrayada por esa expresión "todo aquel". Muchos que habrían sido excluídos por cualquier otro término menos general, han hallado un lugar en ese "todo aquel".
Finalmente, viene la gran promesa: el que cree en Jesús no se perderá, sino que tiene la vida eterna. Esto regocija a todo aquel que, a punto de perecer, se da cuenta de que no puede salvarse a sí mismo.
Creemos en el Señor Jesús y tenemos la vida eterna!
Ch. Spurgeon
Finalmente, viene la gran promesa: el que cree en Jesús no se perderá, sino que tiene la vida eterna. Esto regocija a todo aquel que, a punto de perecer, se da cuenta de que no puede salvarse a sí mismo.
Creemos en el Señor Jesús y tenemos la vida eterna!
Ch. Spurgeon
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